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jueves, 21 de julio de 2011

Coincidencias.

Le pedí que me prestara el encendedor, la noche era fría. Lo sacó de su casaca, movió su tenue dedo y un chasquido anunció que la fuerza de la naturaleza luminosa se acercaría a mi rostro. Hice una cortina con mis dedos, intenté frenar el aire. Rosé su mano casi inexistente. Suspiré y el humo llenó mi alma. Abrí los ojos, ella estaba ahí. En mi mano, su mano. Ella estaba ahí.

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... escribo porque en la fantástica internet se puede ser lo se quiere, hasta uno mismo.