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viernes, 28 de septiembre de 2012

Las respuestas de las noches


Se acerca el fin de año y son los cambios. Los cálculos de si se cumplió lo prometido y seguro hiciste cosas que ni planeaste. Sigues en una relación ¡¿Quién lo diría?! Si tú no apostabas por nadie y menos apostaban por ti.

La universidad, la querida, es a veces odiada. La carrera, la odiada, es a veces amada. Te preguntas ¿Qué sería la libertad para ti? Y te das cuenta que en gran parte es ganar más dinero.

Te preguntas qué es la libertad, mientras dices que no, no te ha pasado querer estar con una chica: traidora que niega 3, 4, 5, 6,  miles de veces a su querida. ¡Y qué chucha, si ella también me niega! (nos negamos en el trabajo y nos buscan los cazadores, porque las lesbianas femeninas no existen. Solo son confundidas a las que siempre se puede transformar). Nos negamos en la luz.

En la oscuridad te conozco más, ya me sé cada curva antes de que venga, veo hasta los pucheros y las lágrimas contenidas (“sé por tus lágrimas cuánto has amado, más de lo que prometiste”).
Nada es seguro, nada. Construimos castillos mentales, nubes que viajan con el aire de palabras y hay tormenta, rayos, aviones, aves de paso. Somos nubes que se modifican, a veces como tormentas que se juntan en un huracán. Todavía estamos juntas, todavía.

No eres mía ni de nadie. No soy tuya, aunque parezca. Todavía me queda (quiero creer) la esperanza de recordar cómo era antes de ti. Cuando buscaba respuestas en las noches.

¿Qué es la libertad?

La libertad es eso que nunca alcanzarás, porque en cuanto tengas una cosa semejante necesitarás otra libertad. Detrás de un deseo hay otro miedo.

Mientras tanto nosotras seguiremos haciendo lo imposible, lo improbable, lo que no sabrán. Seguiremos amándonos en la oscuridad.
Debes saber, compañera, que tú puedes partir cuando quieras, si me quieres o no es tu problema.
Lo que es fatal, para mí, es que estoy segura, te seguiré queriendo, porque ya olvidé (o aprendí a no creer ni buscar) las respuestas de las noches. 


Carne fresca


Hoy odié a un tipo en una reunión de directorio. Era de esas reuniones donde es muy importante estar presentable, usar las medias del mismo color y saber de memoria varias cosas para hacer como que se sabe algo.

Él expuso, con desgano, sueño e incredulidad. Era patético. Conforme hablaba le hacían observaciones o se le adelantaban: era unos buitres, felices de encontrar carne podrida. Él, sonriente, encogía los hombros como si quisiera conservar los órganos del diafragma del ataque.

A veces bromeaba de sí mismo, feliz de ser el encargado de toda esa ineficacia. Yo le miraba con la cabeza de un lado: ¿ese es mi futuro? Supongo que es fácil juzgar cuando aún no se ha vivido.

¿Será tal vez, que tengo las ilusiones hacía arriba y él tiene el sueldo, la casa, la familia, el pene y la vida hacía abajo?

Yo soy carne fresca.

Pd: la próxima semana expongo.

... escribo porque en la fantástica internet se puede ser lo se quiere, hasta uno mismo.