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lunes, 19 de septiembre de 2011

Vida urbana

Me da mucho sueño después de almorzar. Es un sueñito que se arrulla con el invierno. Entre parpadeos, tengo microsueños. Salgo del trabajo. Voy a clases. Lo que diga el profesor me parece cualquier webada. Copio con una caligrafía que luego no entenderé, o le digo a alguien que me saque copia, mientras pienso: "hoy si voy a dormir temprano". Volteó a ver a los demás, se ven tan o más cansados que yo, y tan solo tienen un poco más de 20. Varios duermen. 

Hablar con ellos/ellas es insulso, tienen muchas capas de modernidad. De consumismo, arrogancia e impersonalidad. Quizás me equivoco, y ellas/ ellos sean como una cebolla con capas y conforme los/las vas conociendo (pelando) vas llegando al corazón (que todos lo tienen). Pero me resulta cansado, los persivo podridos desde el inicio. Me canse de intentar ser amiga de mis compañeros  de curso; porque su conversación y vida se resume en un: "He vivido poco y me he cansado mucho".

Es difícil encontrar una persona que se cultive como tal en ese mar de anhelos de buen sueldo en una gran multinacional (ni siquiera de empresa propia). Una suerte de docilidad con el sistema y de miedo son el común denominador. También impera el silencio, el frío. Es difícil encontrar alguien con quien congeniar, alguien que se informe y que piense un poco más. 

Pero, eventualmente... Los encuentro: bailan, cantan, escriben, leen, actuan: tienen una vida (además del trabajo en el que a penas son practicantes). Y eventualmente  la emoción de conocer una persona valiosa en medio de un mar de robots, me alegra, hace que se me vaya el sueñito aquel: el de la monotonía de lo conocido.

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... escribo porque en la fantástica internet se puede ser lo se quiere, hasta uno mismo.