Seguidores

viernes, 30 de abril de 2010

¡Qué asco!

¡Qué asco! hemos dicho todos alguna vez, pero ¿nos hemos puesto a pensar en por qué lo dijimos? Bien, puede ser que haya sido una reacción natural visceral ante, tal vez, una escena poco grata, fisiológica , no común a la vista... o también puede ser,  lo que algunos dicen con respecto a otros, con un tufo de desprecio. Las gentes que por ser mayoría son los "normales", al decirlo se mantienen apartados de los otros, que por ser minoría son los "anormales", ponen un límite.


El asco también es cultural y aprendido, se me ocurre para eso los ejemplos de un@s amig@s asquientos, a quienes les enseñaron que tal o cual cosa era "cochina". El asco es una emoción que califica a lo que lo provoca como repulsivo y atractivo al mismo tiempo, es por tanto ambigua, y por ello tiene un perverso atractivo... Lo hemos  sentido todos en diversos ejemplos de calores poco comentados, tal vez en dudas que por dentro crecen, de arcadas que con autoridad se adueñan del ser, y también lo hemos sentido con miedo. Miedo de que aquello que no queremos ni ver, que queremos obviar, que denotamos asqueroso... por dentro, y de cierta manera nos guste, nos atraiga.

Qué hacemos si esta duda asquerosa surge, por ejemplo, en el siempre presente y recurrente lado sexual ¿qué es lo normal y lo anormal en lo profundo de nuestro deseo? ¿será lo que deseo asqueroso? o peor ¿deseo aquello que me digo, es asqueroso?

No hay comentarios:

... escribo porque en la fantástica internet se puede ser lo se quiere, hasta uno mismo.