Se acerca el fin de año y son los
cambios. Los cálculos de si se cumplió lo prometido y seguro hiciste cosas que
ni planeaste. Sigues en una relación ¡¿Quién lo diría?! Si tú no apostabas por
nadie y menos apostaban por ti.
La universidad, la querida, es a
veces odiada. La carrera, la odiada, es a veces amada. Te preguntas ¿Qué sería la
libertad para ti? Y te das cuenta que en gran parte es ganar más dinero.
Te preguntas qué es la libertad,
mientras dices que no, no te ha pasado querer estar con una chica: traidora que
niega 3, 4, 5, 6, miles de veces a su
querida. ¡Y qué chucha, si ella también me niega! (nos negamos en el trabajo y
nos buscan los cazadores, porque las lesbianas femeninas no existen. Solo son
confundidas a las que siempre se puede transformar). Nos negamos en la luz.
En la oscuridad te conozco más,
ya me sé cada curva antes de que venga, veo hasta los pucheros y las lágrimas
contenidas (“sé por tus lágrimas cuánto has amado, más de lo que prometiste”).
Nada es seguro, nada. Construimos
castillos mentales, nubes que viajan con el aire de palabras y hay tormenta,
rayos, aviones, aves de paso. Somos nubes que se modifican, a veces como
tormentas que se juntan en un huracán. Todavía estamos juntas, todavía.
No eres mía ni de nadie. No soy
tuya, aunque parezca. Todavía me queda (quiero creer) la esperanza de recordar
cómo era antes de ti. Cuando buscaba respuestas en las noches.
¿Qué es la libertad?
La libertad es eso que nunca
alcanzarás, porque en cuanto tengas una cosa semejante necesitarás otra
libertad. Detrás de un deseo hay otro miedo.
Mientras tanto nosotras seguiremos
haciendo lo imposible, lo improbable, lo que no sabrán. Seguiremos amándonos en la oscuridad.
Debes saber, compañera, que tú puedes partir cuando quieras, si me quieres o no es tu problema.
Lo que es fatal, para mí, es que estoy segura, te seguiré queriendo,
porque ya olvidé (o aprendí a no creer ni buscar) las respuestas de las noches.