El primer mes casi no salí y si salía hablaba penosamente, como un loro que solo sabe decir un nombre. El segundo mes salí un poco más, pero nada me interesaba más que regresar a mi guarida. El tercer mes ya tengo invitaciones personalizadas a salir y suena divertido.
Lo extraño de todo es que durante este tiempo ha sido bonito imaginar que no estábamos pero que estábamos. O sea, que no estábamos físicamente pero que si estábamos (¿metafísicamente?). De hecho esto de terminar es complicadísimo, sobre todo por reparticiones tácitas de espacios y de amigos, por la tecnología de mierda y por las costumbres adquiridas de ir a los mismos eventos, de ansiar los mismos conciertos y de la familia que pregunta dónde está la otra -porque finalmente se habían hecho a la idea de que estábamos juntas y ya nos había asumido como una pareja más (¡finalmente! qué ironía!) -.
Lo otro extraño es que me asustaba conocer gente nueva, es como si la existencia de esas personas me plantearía retos a lo "mira lo que yo hice con mi vida, mientras tú enfocabas toda tu atención en sacar a flote una relación". Es como si me hubiera tomado en serio algunas cosas que no eran para tanto; y como si hubiera tomado a la ligera algunas cosas que ahora resulta que son importantísimas. Es que estaba enamorada como toda una mujer inteligente se enamora, o sea como toda una idiota. Y fue hermoso.
Creo que el leit motiv de este blog era encontrar eso: "el amor", o la idea de eso, del amor romántico, y entre otras cosas de: vencer prejuicios propios y ajenos, de hablar con mis padres de mi lado homosexual, de pensar mi homosexualidad como algo natural, de conocer "gente como una", de dejar de pensar en el autoflagelo y disfrutar de las cosas buenas y malas de la vida. Y todo, TODO eso lo he logrado. Y no hay título, ni reconocimiento mayor que las memorias que tengo, de lo que he vivido, de todo el sufrimiento y el amor al que he podido tener acceso. De lo fuerte que me siento ahora, de lo fácil que me es hablar del tema, de lo chévere de los amigos que encontré, de las vidas de los familiares que cambié. De lo linda y conforme que me siento cuando me miro al espejo.
Siento como si hubiera vivido tanto que ya me podría morir. Me dan ganas de mandar cartas a algunos novelistas, esos que pusieron escenas románticas en sus textos y decirles: YALA! Me dan ganas de decirle a Gabo, que decía: "no te vayas a morir sin probar la maravilla que es tirar con amor", que yala. Me dan ganas de decirle a Kundera, que entiendo a Tomás y a Teresa, esa pareja que se amaba y descubrió que ese amor no era suficiente. Me dan ganas de decirle a los Beatles, que gracias, y que si, "el amor que aceptas es el que tú crees que te mereces", me dan ganas de decirles a Jung, Freud y Lacan, que GRACIAS por ayudar a desenredarme. Me dan ganas de volver a decirle a Ella, que gracias, que nunca la olvidaré, que espero que sea feliz y que no se moleste si en el futuro, como dice la Szymborska "sienta un nuevo amor como el primero".
Y hoy y ahora, quiero estar conmigo, quiero vivir la plenitud de ser y haber logrado, sin casi notarlo, lo que de niña me imaginé que sería.